La copa es el recipiente más adecuado para degustar un vino. Existen infinidad de tipos de copas, de diferentes formas y tamaños, muchas de ellas especialmente pensadas para facilitar su manejo y para extraer el máximo placer, tanto por la apreciación del color, como por la facilidad en la percepción del aroma y por la pulcritud de su consumo. La copa perfecta es la que tiene las siguientes características: está hecha en un cristal transparente, fino e incoloro, sin tallar (las mejores son las de cristal soplado). Esta cualidad nos permitirá descubrir sin problemas el color del vino, su limpidez, su burbuja en el caso de vinos espumosos, el brillo y la capa. La capacidad de la copa siempre será superior a los 210 c.c. Se llena solamente hasta un tercio de su capacidad. Así se podrá observar el ribete del vino (que se interpreta con una inclinación de la copa) y permitirá agitar el vino dentro de la copa (en la fase olfativa de la cata) sin peligro de derramarlo. La forma de la copa depende del vino a degustar, pero mantiene siempre un diámetro inferior en la boca que en su parte más ancha, para orientar apropiadamente los aromas. El fuste o tallo de la copa debe ser alto y fino, para que pueda sujetarse con facilidad. La copa siempre se toma por el tallo con la intención de no ensuciar el cáliz (dificultaría apreciar el color del vino) ni aumentar la temperatura del vino en el contacto con la mano, ya que nuestra temperatura corporal ronda los 37°C y el vino nunca se sirve a más de 18°C. Hay que distinguir la copa de cata de la copa de mesa. La copa de cata es empleada de manera general en todas las catas profesionales. Su capacidad es de 225 c.c. La copa de mesa puede ser de muchos tipos. Una copa plana que se utiliza generalmente para la champaña, no es recomendable para la cata, ya que no permite una buena percepción de los olores. La copa tipo flauta es alargada y se utiliza para degustar vinos espumosos y permite observar el ascenso de las burbujas. En la cata no es apropiada para percibir los aromas, ya que su escasa superficie dificulta el movimiento del vino. La copa tipo champaña es la más idónea para la cata del champán. La copa tipo Borgoña es de diferente tamaño para tintos y para blancos. Es una copa con un volumen excesivo y la boca muy ancha. En ella es difícil percibir el color real de los vinos tintos. La copa tipo Burdeos es la mejor para la cata y su estética es perfecta para la mesa. Se caracteriza por estar hecha de un cristal muy fino que permite observar perfectamente el color del vino. La copa más usada para degustar tintos y blancos es la Bordelesa. En la actualidad, las copas anchas y bajas se han desestimado por completo. Mientras que la copa típica que encontramos en los restaurantes no es muy recomendable para la cata.